2022-02-27
¿Por qué Sergio Fajardo?
Producen confianza las personas que a
través de la vida son coherentes entre lo que dicen y lo que hacen; los que
mantienen similar línea de pensamiento independientemente de la adversidad y de
las tentaciones. Así mismo ilusiona la gente que cuando ha tenido oportunidad
de gobernar lo hace con transparencia.
Pregunto: ¿Cuál de los aspirantes a la
presidencia de la República puede mostrar todo lo siguiente junto?: 1) Llegar a
un cargo de elección popular sin acuerdos burocráticos; 2) Gobernar sin hacer
coaliciones con el legislativo para evitar el clientelismo; 3) Luchar
frontalmente contra la corrupción implementando herramientas de transparencia con
la premisa, “muchos ojos y pocas manos”; 4) Hacer de la educación el eje
fundamental de la transformación de la sociedad; 5) Empoderar a la comunidad
para que tome sus propias decisiones, arrebatándole el poder a los líderes cercanos
a los politiqueros; 6) Construir numerosos espacios públicos con la consigna “lo
más bello para los más humildes”. Y una más: ¿A quién le ha preocupado más la
forma del cómo se llega al poder, argumentando que “los medios
justifican el fin” y que “como se llega al poder se gobierna”, garantizando así
una real independencia para que el gobierno sea realmente de todos los
ciudadanos?
Sin ninguna duda la respuesta es
Sergio Fajardo.
Ahora bien, para todos es claro que el
mayor activo que puede tener un líder es su credibilidad y confianza, y Fajardo
la ha construido a través del ejemplo.
Pero de unos años para acá nadie como
él ha recibido tantos ataques de izquierda y derecha con el propósito de
destruírsela. Los asusta, pues saben que con él habrá grandes transformaciones
en la forma de gobernar, eso sí, desde la legalidad y partiendo desde lo
construido, asunto suficiente para inspirarnos tranquilidad y confianza.
La estrategia destructora siempre es
la misma: quien sobresale en opinión por ser honrado, consistente y coherente,
sus rivales tratan de bajarlo con calumnias e injurias para que todos queden en
el mismo nivel: “el del mundo sórdido de la politiquería y la desesperanza”, y
ya allí, el que gana es quien invierte más dinero, y/o el que tenga más
estructuras políticas o mediáticas.
Absurdo desconocer que estos ataques
han hecho mella, pero por fortuna si las personas lo repiensan se darán cuenta que
antes por el contrario algunos de esos calificativos, son un halago. Me
explico:
Calificarlo de “tibio” porque no ha
sido partidario de incendiar el país, por estar de acuerdo con el proceso de
paz y más por ser una persona que reconoce a todos los ciudadanos
independientemente de su ideología, raza o religión e invita a que todos seamos
parte de la solución y a que podemos “ser diferentes sin ser enemigos”. Pregunto:
¿Acaso personas así no son las que necesita el país? ¿Acaso ésta conducta no implica un reto
intelectual mayor?, pues lo fácil es hacerse en una esquina y dejar de
reconocer a quienes no piensan como uno.
Otro calificativo hilarante fue el que
recientemente le dijo Alejandro Gaviria al calificarlo además de tibio, de “fundamentalista
moral” por no estar de acuerdo en hacer alianzas con personas de reconocida
trayectoria politiquera y clientelista. Cuando el propósito es gobernar y
administrar recursos públicos, que un adversario lo llame así, es el mayor de
los elogios, pues está reconociendo en Fajardo una persona absolutamente
vertical y eso a la larga es lo que anhelamos los gobernados. (habrá sí, que recomendarle al doctor Gaviria
un curso de comprensión semántica pues uno no entiende como alguien puede ser fundamentalista
y simultáneamente tibio).
Una cosa es ganar y convocar a toda la
sociedad y otra muy diferente es hacer pactos con marrulleros para llegar. El
orden de los factores si altera el producto, sí importa y no todo vale.
El tema de la elección no es tan fácil
pues Fajardo no tiene estructuras políticas que garanticen una votación, lo de
él es solo la opinión ciudadana, por eso quienes lo seguimos, tenemos la
esperanza en la gente que antes de tomar su decisión de voto, evalúe la
trayectoria de una persona que no ha traicionado sus convicciones y que en
buena hora es un “fundamentalista moral”.
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